El origen de la noche (The Origin of Night) en el Museo de Arte de Filadelfia

Por Susana Cabrera
Foto: Museo de Arte de Filadelfia/  colectivo 4direcciones

La pieza sonora 
El Origen de la Noche, del colectivo 4direcciones y colaboradores, ha sido adquirida por la colección del Departamento de Arte Contemporáneo del Museo de Arte de Filadelfia, en donde se presenta a manera de instalación inmersiva con grabaciones de ceremonias comunitarias, recitación y narraciones de miembros de comunidades indígenas en la Amazonia colombiana. 

 

La instalación es una sala oscura que simula una Maloca (casa comunal indígena del Amazonas), donde, si bien las paredes no son orgánicas como una maloca, la estructura cenital donde están colocadas las bocinas a manera de altar, coincide con la retícula que sostiene los estantillos y el techo de hojas de aquellas viviendas. Al centro, cojines redondos se disponen como aposento donde el espectador puede recibir los sonidos en total reposo y concentración. 

 

Esta película sonora de poco más de dos horas, concebida como un todo integrado, representa el mundo como un grupo de seres animados y entrelazados, activados por sus propias fuerzas internas. Es un espeso bosque de fuerzas que permite al espectador imaginar el cosmos amazónico.

 

En palabras de la curadora inicial de este proyecto, María Belén Saez de Ibarra, lejos de representar el chamanismo, la pieza nos permite participar en una representación imaginaria de la vida del bosque a través de las voces y rituales de sus ancianos. Son ellos quienes están co-creando espiritualmente esta dimensión acústica para compartir con nosotros su visión planetaria y cosmológica.

 

Y, a pesar de que los ritos y recitaciones responden a comunidades diferentes, hay un lugar en común de los pueblos del Amazonas nororiental donde su mitología se encuentra, justamente en el origen de la noche: 

 

Al principio de los tiempos sólo había luz. Los antepasados del hombre pidieron a los dueños de la noche que trajeran oscuridad, sueños, sueño, tiempo y muerte. Estos les dieron una caja que contenía la noche, con instrucciones estrictas de abrirla sólo cuando estuvieran en la maloca. Pero la gente no escuchó. Abrieron la caja impulsivamente y de ella surgió el caos, la enfermedad y la desgracia. 

 

Fue así que los cantos rituales y el chamanismo nacieron para aliviar el desastre, la necesidad de que los humanos hablen con el mundo invisible para transformar el visible. Los rituales, cantos y recitales que incluye la pieza son un compendio de grabaciones actuales y de hace más de 50 años, que constituyen la visión cosmológica de cada nación indígena, su régimen, sus batallas y su forma de vida.

 

     Foto: Cortesía del colectivo 4direcciones


Estas canciones podrían tener 14,000 años de antigüedad, y están escritas en un lenguaje espiritual destinado a ser escuchado únicamente por los creadores, es decir que están cifradas en un código que se utiliza para hablar con los espíritus, no con los seres humanos, pero nuestro cuerpo, debajo de las bocinas cenitales, recibe su frecuencia en forma de mansa vibración que se agrega y conduce la imagen mental y sensorial de aquel entorno selvático.


Foto: Cortesía del colectivo 4direcciones

La diversidad étnica y biológica de la pieza se despliega en un abanico de voces humanas y sonidos de la selva, y se dispersan en diversos puntos del espacio oscuro de la sala: el crujir de las plantas arrancadas, el viento cruzando la densa vegetación, la fuerza de la lluvia que culmina en el remanso de algún riachuelo. El relato del chamán llega después del rito, para después percibir el cambio de luz, la penumbra se siente con el zumbido de los insectos y el final de la noche con el canto de los pájaros. 


     Foto: Cortesía del colectivo 4direcciones

 

Construir un altar de sonido con su componente espacial y temporal es un experimento para entender el mito del origen de la noche. Y escucharlo es una de las infinitas formas de vivirlo. Los cantos ancestrales también son una forma de controlar el tiempo, ya que al cantar una canción en un momento concreto, traemos al presente un canto esencial y ancestral. 


 

La historia varía según la región y el individuo que la cuenta, pero el conjunto de ellas en este altar multidimensional preserva la vitalidad y el potencial de transformación presente en los sonidos de las danzas rituales y ceremonias ancestrales. 

 

El Origen de la Noche es un trabajo colaborativo e interdisciplinario, que compiló archivos procedentes de colecciones públicas y privadas, y los reunió en una instalación narrativa, con autoridades tradicionales indígenas, a través de un proceso de sesiones de escucha y nuevas grabaciones. Un trabajo originalmente comisionado por María Belén Saez de Ibarra para el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, dirigido por el colectivo 4Direcciones conformado por Diana Rico y Richard Decaillet, y un equipo de asesores que custodiaron todo el trabajo de estudio y traducción de piezas sonoras de naciones indígenas de Colombia, como los Andoque, Murui (Huitoto), Tatuyo, Barasano, Wayúu, Kogi y Tub. 


Foto: Museo de Arte de Filadelfia/  colectivo 4direcciones


 La obra además examina, desde su perspectiva, algunos de los capítulos más oscuros de la historia colonial del siglo XX, incluida la extracción de caucho durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la esclavitud y el genocidio que engendró la explotación indiscriminada de los recursos naturales relacionada con las demandas del mercado global y su impacto en los bosques, así como la evangelización cristiana. Sucesos dolorosas que quedan al descubierto en una obra que incluye narraciones y testimonios de personas que vivieron y heredaron esas historias. Nos cuentan en su lengua indígena (traducidas al español) lo que sus padres les contaron, quienes representan varias generaciones de historia oral: la de los cantos sagrados, la del siglo XX y la de nuestro tiempo actual.


    Foto: Cortesía del colectivo 4direcciones

 

El mayor desafío, sin embargo, fue crear un templo de maloca, o altar del sonido, invisible y real, que pudiera reunir las naciones indígenas y sus cuidadores, pero con artistas y músicos de la ciudad. Los sonidos de la obra hacen eco de un diálogo entre la selva y el mundo urbano, con el propósito común de sanar el espacio entre ambos, utilizando las herramientas de la tecnología ancestral, analógica y digital para que los visitantes tengan una experiencia vital y transformadora a través de la inmersión sónica. Para los involucrados en el proyecto, sanar es al mismo tiempo limpiar y renovar, visitar un lugar a través del pensamiento, la imaginación y el recuerdo, traer a la mente un lugar sagrado, solicitar el permiso de los dueños sagrados de un lugar para interactuar con él y activar la relación original entre lo humano y el lugar sagrado de la tierra a través del canto.

 

La estructura espacial fue creada en diálogo con el curandero tradicional Reynel Ortega. En su tradición, “la maloca es a la vez la entidad organizadora del tiempo y el espacio, y el receptáculo de la memoria, entregada a su pueblo por los primeros creadores”. Los artistas concibieron la idea de una maloca electrónica. En una interpretación de ideas chamánicas, asignaron a cada altavoz su propia función ambiental, correspondiendo con cada uno de los estantillos (postes) que sostienen la estructura de la maloca. El marco temporal de la pieza se basa en la tradicional cruz andina también conocida como chacana. De ahí que planearon los ocho episodios del guión en torno a cuatro direcciones y cuatro subdirecciones que aluden a la progresión de la noche desde el ocaso hasta el amanecer.


 

Los asesores que brindaron apoyo y orientación continua a lo largo de este proyecto son Reynel Ortega, payé (curandero tradicional) y curador del mundo en la comunidad de Puerto Ortega, Río Pirá Paraná, Vaupés, Colombia; Reynaldo Giagrekudo Pacayá, autoridad tradicional Murui de la Reserva Indígena Predio Putumayo, Amazonas; Hernando Fisiao, Andoque, cantor y autoridad tradicional, Araracuara; Carmen Vicente, curandera tradicional de Ecuador; Stephen Hugh Jones, antropólogo, autor de La Palma y las Pléyades: Iniciación y Cosmología en el Noroeste de la Amazonía, Reino Unido; y Jon Landaburu, lingüista vasco radicado en Colombia. El músico y compositor Miguel Navas grabó y editó la instalación sonora en el estudio durante doce meses, dirigida por Diana Rico y Richard Decaillet. Juan Forero brindó experiencia y apoyo con la instalación de la galería.


     Foto: Cortesía del colectivo 4direcciones

 

Todos estos artistas y colaboradores lograron un diálogo entre tecnologías ancestrales –instrumentos, altares, historias orales, la maloca y el uso tradicional de las plantas– y las tecnologías y artes audiovisuales occidentales, y al mismo tiempo brindaron una experiencia introspectiva desde un altar multidimensional, una ceremonia electrónica, un espacio físico y metafísico que condensa la noche primitiva en la forma del tiempo occidental: poco más de dos horas (la duración media de un largometraje, una sinfonía o una ópera), para experimentar un encuentro con el poder del sonido como expresión de vida, conductor de viaje en el espacio y tiempo, facilitador de la expansión de la conciencia y del entendimiento apropiado de la abundancia; el sonido como agente sanador y dispositivo transformador. 


Susana Cabrera


El origen de la noche

Video y audio de 4direcciones Audiovisual


Origen de la noche (The Origin of Night) se presenta en Museo de Arte de Filadelfia hasta el 12 de mayo de 2024.


Philadelphia Museum of Art

2600 Benjamin Franklin Parkway
Philadelphia, PA 19130

 

Publicar un comentario

0 Comentarios

Ad Code

Responsive Advertisement