Santiago Yahuarcani: Flight of the White Heron Clan

 Por: Susana Cabrera

El artista Santiago Yahuarcani (1960, Pucaurquillo, Peru) presenta por primera vez una exposición individual en Nueva York. La Galería Stephen Friedman, en colaboración con la Galería CRISIS (Lima), inaugura Flight of the White Heron Clan, una muestra dedicada a su obra. Reconocido defensor de los derechos del clan de la Garza Blanca (Áimeni), descendiente de una familia de la nación Uioto y figura central del arte indígena contemporáneo, Yahuarcani es un pintor que utiliza materiales provenientes de la selva que habita, como la llanchama, una tela de corteza de árbol que él mismo recolecta y prepara de forma artesanal para usarla como lienzo.  

Tras su destacada participación en la Bienal de Venecia 2024 y en un momento en que su trabajo es objeto de importantes exposiciones monográficas en Europa y América Latina, esta exhibición introduce al público neoyorquino en composiciones excepcionales que revelan la historia, la cosmovisión y las preocupaciones de su cultura y su comunidad.

 

Muestra de ello es La selva está moribunda, una pieza que presenta la selva en oscuridad, atravesada por un rayo de luz amarilla que cae sobre mujeres y un chaman, quienes ofrecen en un ritual alimento y hojas de coca a la selva, para invocar a los seres protectores. En el extremo opuesto máquinas extractoras expulsan humo y dejan escapar petróleo a los ríos. La fauna es testigo de la devastación, y los seres espirituales de la selva huyen debajo de una lluvia de billetes verdes, rodeados de árboles talados, y un obrero arroja objetos de plástico al río, que navegan entre los peces y se unen al destino fatal de la selva.

 

Santiago Yaguarcani, La selva está moribunda, 2019, Cortesía de la galería

Este llamado desesperado por salvar la Amazonía resuena con las voces de artistas indígenas y movimientos de resistencia de diversas naciones en profunda sintonía. Justo el 14 de noviembre, día de la inauguración de la exposición de Yahuarcani en Nueva York, un grupo de indígenas de la Amazonía brasileña protestó en la cumbre climática de la ONU, COP30, celebrada en Brasil, para exigir medidas más urgentes contra el cambio climático. Los manifestantes expresaron su frustración ante la continua expansión de las industrias petrolera y agroindustrial en la región. Esa misma preocupación atraviesa la obra de Santiago, aunque desde otra nación y a través de otros medios, coincidiendo con los llamados de muchas comunidades amazónicas —incluso en el mismo día.

 

La pintura de Yahuarcani parece surgir de la tierra misma y transformarse en relatos fantásticos que cobran vida propia, reflejando las historias transmitidas por su madre, la curandera Martha López Pinedo, descendiente de Gregorio López, el único miembro del clan Aimeni, que emigró de La Chorrera (hoy parte de la Amazonía colombiana) a la región del río Ampiyacu (hoy norte de Perú). Entre estos relatos aparecen la esclavitud y el genocidio perpetrados por los barones del caucho contra los uitoto y otras naciones de la Amazonía colombiana.

 

Gregorio López, abuelo de Santiago, fue uno de los supervivientes del genocidio del Putumayo (1879-1912), durante el cual cerca de 30,000 indígenas de las naciones Bora, Uitoto, Andoque y Ocaina fueron brutalmente aniquilados por la Compañía Amazónica Peruana en el apogeo del auge del caucho. La expedición colonial, extracción y comercialización del caucho marcó profundamente los territorios amazónicos de Brasil, Perú, Colombia y Bolivia. Durante mucho tiempo silenciado, este episodio constituye uno de los capítulos más oscuros de la historia amazónica y evidencia la violencia colonial que dejó una huella profunda en estas naciones indígenas.

 

La familia de Yahuarcani se desplazó en medio de guerras regionales y se asentó en Perú en la década de 1940. Desde los años ochenta, el artista se ha dedicado a liderar y proteger al clan Aimeni (clan de la Garza Blanca) dentro de la Nación Uitoto, enfocándose en la preservación del conocimiento indígena y en la resistencia frente al despojo y la destrucción ambiental. También desde entonces pinta sobre llanchama, convirtiendo esta tela de corteza de árbol en un contraarchivo para la memoria, la denuncia y la sanación.

 

Algunas alusiones de ese atroz episodio aparecen en La savia que se transformó en llanto de sangre (2025). La pieza evoca la extracción del caucho, a través de las raíces de un árbol fértil y generador de frutos. Por debajo de él, yace un árbol subterráneo y sombrío, con heridas en su corteza que remiten a las heridas del indígena. Las hojas del árbol son ojos que lloran savia. Así, el árbol, el indígena y los espíritus de la selva lloran sangre y sangran savia.

Santiago Yahuarcani, La savia que se transformó en llanto de sangre, 2025. Cortesía de la galería.


Para el artista, los materiales y la técnica para hacer arte deben nacer de la misma selva de la que hablan. Por eso, en el centro de su práctica se encuentra la llanchama, no como un simple soporte, sino como esencia, o como señala el historiador de arte Horacio Ramos, como una colaboradora. En Santo remedio de Shanti, las franjas sin pintar revelan la materia desnuda, su respiración irregular y su naturaleza imperfecta. Esas huellas —agujeros, tensiones, rugosidades— constituyen el linaje físico de un saber transmitido por su abuelo Gregorio, quien utilizaba la corteza para confeccionar vestidos y hamacas, por lo que el material representa también el hogar. 

 

Santiago Yahuarcani, Santo remedio de Shanti, 2025. Cortesía de la galería.


El trabajo de Yahuarcani es además un pasaje hacia la cosmovisión uitoto. Entre plumas, plantas, hojas y trazos repetidos, convertidos en ornato orgánico, el legado del clan Áimeni se manifiesta como una presencia continua. Las obras tensan ese espacio entre lo que fue y lo que persiste: la memoria no es un archivo inmóvil, sino un organismo que resiste al olvido. El artista no organiza relatos heredados de su madre y su abuelo, sino que a través de su interpretación y representación deja que esas voces, familiares, ambientales y espirituales, cobren vida.

 

La mitología, las plantas medicinales y las memorias ancestrales de su pueblo son elementos esenciales en su trabajo. En El vuelo del bamco (El vuelo del chamán, 2023), Horacio Ramos Cerna asegura que se trata de un chamán que se convierte en águila en una rápida metamorfosis. Santiago aprendió de su madre, siendo ella una curandera, que las visiones a las que se accede durante las sesiones de ampiri (una pasta a base de tabaco) y coca funcionan como vuelos espirituales. El “vuelo” —esa visión a la que se accede mediante el ampiri y la coca— no es un escape, sino un ingreso a niveles más densos de realidad. Aquí, Yahuarcani aplica el pigmento con ramas talladas por él, como si necesitara que el instrumento mantuviera un contacto directo con el bosque del que proviene. 

 

Santiago Yahuarcani, El vuelo del Bamco, 2023. Cortesía de la galería.

Los colores, provenientes del rizoma del guisador (Curcuma longa) y el achiote, no solo ilustran: vibran, resplandecen y parecen emitir una energía que excede lo pictórico. En la superposición de plumas, en el filo cromático de naranjas y rojos intensos, resuena una vitalidad que insiste en recordarnos que la técnica es inseparable de la tierra que la origina. 

 

En la pieza Espíritu de brujo (2024), vemos un búho humanoide, que parece representar el lugar donde se ejecuta el “vuelo espiritual”. El espíritu del brujo toma forma de búho y emprende el viaje en un océano oscuro intervenido por dos grandes rayos de luz que emergen de los ojos del búho. El rostro del brujo aparece en el pecho del búho, como si fuera el corazón que da vida tanto al ave como al mismo vuelo. En el cuadro se leen las palabras ayahuasca, ojampa, tabaco, cosa, jaima joriat y espíritu de brujo que enmarcan el viaje, y ponen de manifiesto una de las prácticas culturales que el artista aborda. 

 

Santiago Yahuarcani, Espíritu de brujo, 2024. Cortesía de la galería.

Y es que Yahuarcani no solo ilustra elementos culturales de su comunidad: se deja atravesar por ellos, y lo que vemos es el registro sensible de ese tránsito. La ejecución misma del cuadro sostiene esta premisa. 

 

Tras su aparición en la Bienal de Venecia exactamente un año atrás y la Bienal del Mercosur en Brasil este mismo año, Yahuarcani llega a Nueva York ofreciendo al público la posibilidad de reconocer una práctica que reúne técnica, territorio y memoria. Sin suavizar los filos de su mundo, trae consigo no solo imágenes espectaculares, sino un modo de mirar que rehúsa separar belleza y herida, al tiempo que advierte la urgencia de escuchar lo que la Amazonía reclama.

 

 Santiago Yahuarcani 

 

Santiago Yahuarcani (nacido en 1960 en Pucaurquillo, Perú; reside en Pebas, Perú) es un artista autodidacta, activista indígena y miembro del clan Áimeni (Garza Blanca) de la nación Uitoto del norte de la Amazonía. 


La obra de Yahuarcani se encuentra actualmente expuesta en una retrospectiva itinerante en el Whitworth de Mánchester, Reino Unido, que viajará al Museu de Arte de São Paulo en Brasil y al Museo Universitario del Chopo en Ciudad de México en 2026 y 2027, respectivamente. Entre sus exposiciones individuales y colectivas más destacadas se encuentran las del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2024) y el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega de Lima, Perú (2023).

 

Entre las exposiciones colectivas se incluyen la próxima New Humans: Memories of the Future en el New Museum, Nueva York, EE. UU. (2026); Amazonia Açu, Americas Society: Council of the Americas, Nueva York, EE. UU.(2025-2026); 14.ª Bienal del Mercosur, Porto Alegre, Brasil (2025); Foreigners Everywhere, en la 60.ª Bienal de Venecia, Venecia, Italia (2024); la 2.ª Bienal de Arte de Toronto, Toronto, Canadá (2024); e Indigenous Histories, MASP, São Paulo, Brasil (2023).

 

La exposición estará abierta hasta el 17 de enero de 2026 en la galería Stephen Friedman de Nueva York.

 

 

Santiago Yahuarcani Sarara III, 2024

Santiago Yahuarcani, Sarara III, 2024. Cortesía de la galería.

Santiago Yahuarcani Saltamonte, 2024

Santiago Yahuarcani, Saltamonte, 2024. Cortesía de la galería.

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